Son mis recuerdos cementerios de horas muertas
a las que dedico esta elegía,
teñida en ocre por el humo insoportable y monocorde
de una armónica
maniaco-depresiva a lo Bob Dylan.
Del silencio restante,
hagan banquete las polillas
mientras no encuentre palabras de naftalina.
O tal vez palabras de gasolina.
¡Eh, tú! ¿llevas fuego encima?
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